lunes, 3 de agosto de 2009

Los Mayas no han muerto

Es una idea común que los mayas desaparecieron antes de la llegada de los españoles. Esta idea cobró tanta fuerza que hoy existen relatos (y hasta documentales de TV!!) que cuentan la historia de un pueblo que abandona sus ciudades para marchar hacia algún destino celestial.

Y sin embargo, como ya lo hemos dicho, los mayas no han muerto, ni su cultura ha desaparecido. Están allí, en el mismo lugar donde estaban 500 años atrás cuando llegaron los conquistadores.

Para ser concretos: el pueblo maya nunca se organizó en una nación, sino en torno de Ciudades Estado. Estas ciudades tuvieron su apogeo y decadencia. La más esplendorosa de todas, Tikal, perdió su poder muchos años antes de la llegada de los españoles. Pero la identidad maya, reflejada en la lengua, tradiciones, arte, etc, continuó. Fue arrasada por los españoles, y las enfermedades europeas. Pero a pesar de esto, hoy en día más de 6 millones de personas hablan maya, viven en chozas de barro, tejen sus ropas y crean sus vajillas.

Lamentablemente una nueva amenaza se cierne sobre el pueblo maya que vivió relativamente a salvo los últimos 500 años. La globalización está consiguiendo cambiar las ropas tejidas en sus propios telares por confecciones chinas, y las vasijas de barro están siendo sustituidas por potes de plástico. Además una onda de pillaje a los restos de sus antepasados para alimentar un ávido mercado negro arqueológico, está amenazando seriamente su memoria.

Por qué tanto misterio entonces? En parte fueron los españoles los responsables, cuando sojuzgaron al pueblo maya: mataron a sus reyes, sacerdotes y escribas. Las claves de la escritura se perdieron, así como buena parte de los conocimientos sobre la cultura. El pueblo se arregló como pudo para transmitir las tradiciones. Pero hoy en día se ha logrado descrifrar buena parte de los jeroglíficos mayas. Si los cazadores de tesoros no llegan a acabar con lo poco que queda de la época dorada de la civilización maya, podremos entender mejor su historia. Y también la nuestra.

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